Arrojando mi corona
“Cada vez que esos seres vivientes dan gloria y honor y gracias al que está sentado en el trono, al que vive por todos los siglos, los veinticuatro ancianos se arrodillan ante él y lo adoran y, arrojando sus coronas delante del trono, dicen: Tú eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado todas las cosas; por tu voluntad existen y han sido creadas.”
Apocalipsis 4:9-11
¡Este es uno mis pasajes favoritos de toda la Biblia! Es una escena de adoración eterna.
Me llama mucho la atención que los ancianos se arrodillan, adoran y arrojan sus coronas delante del trono de Dios. Arrodillarse ante alguien no es fácil, hacerlo requiere dejar de lado nuestro orgullo. Adorar, requiere enfoque en el objeto de tu adoración, la adoración tiene que ver con intimidad.
Atribuimos a Dios tantos atributos como conocemos y hemos experimentado. Pero lo que me gusta más porque me emociona, me reta, me confronta y a la vez me da descanso, paz y libertad, es el arrojar las coronas ante el trono. Las coronas representan autoridad y honra, que perteneces en este caso, a la nobleza. Algunas veces se otorga como condecoración por alcanzar méritos importantes.
A veces, me descubro muy cómoda con la corona. Mi adoración no es completa si solo me arrodillo ante el trono pero sigo siendo la autoridad en mi vida, si creo que yo sé como conducirme en todas las situaciones. Cuando hago esto termino agotada. Cuánto descanso encuentro a tirar ante el trono mis ideas, mi esfuerzo, mi independencia, mi ansiedad, etc. Al hacer esto confieso que Jesús es digno de todo honor, autoridad, alabanza, gloria y poder. ¡En Él está la plenitud de mi gozo mi paz!